Conservación del Cóndor Andino

Imágenes: Gentileza de Proyecto Manku
Por: Carolina Espinosa

Manku es un nombre compuesto cuya raíz es Manque, que significa cóndor en mapudungún, y Kuntur que significa cóndor en quechua. Aunque el proyecto opera desde hace un par de años con el nombre Manku, en realidad como programa de conservación del cóndor andino vienen trabajando desde hace 30 años. Para conocer más sobre este proyecto, conversamos con Eduardo Pavéz, una de las personas que lidera esta iniciativa.

¿Quiénes componen Proyecto Manku?

Proyecto Manku es una iniciativa de la Unión de Ornitólogos de Chile en asociación con la Fundación Meri. Además, cuenta con el valioso apoyo del Zoológico Nacional y de Tompkins Conservation.

¿Cómo fueron sus inicios? ¿Cómo se gestó el proyecto?

Aunque el trabajo de campo investigando cóndores lo veníamos desarrollando desde la década de 1980, en 1992 recibimos el primer cóndor en el Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces en Talagante. A partir de ese momento comenzamos a recibir cóndores procedentes de todo Chile, para trabajar en su rehabilitación y, de ser posible, reintegrarlos a su ambiente natural. El trabajo con cóndores es muy demandante en espacio, tiempo y recursos, por lo que de forma natural se fue generando una línea de trabajo específica de estudio y rehabilitación de cóndores, además del trabajo que hacíamos con muchas otras especies de aves rapaces.

Un hito importante para el proyecto fue la liberación de ocho cóndores que realizamos en el año 2001, en la cordillera de Chile central. Aquella liberación la realizamos junto a la Fundación Bioandina Argentina, iniciando un trabajo colaborativo muy prolífico con nuestros amigos argentinos. Hay que recordar que con Argentina compartimos la misma población de cóndores, por lo que resulta esencial el trabajo coordinado y colaborativo. En esa ocasión liberamos cuatro cóndores procedentes de Chile y cuatro de Argentina. Uno de los cóndores era Che, hijo de una pareja de cóndores mantenida en el zoológico de La Habana y que había sido regalada a Fidel Castro por Salvador Allende en 1971. Esa pareja puso un huevo en el año 2000, el cual fue trasladado a Buenos Aires e incubado artificialmente. El pichón fue criado con títeres y en aislamiento humano para evitar la impronta con el ser humano, para luego ser integrado a la bandada que se vino a Chile para ser liberado en 2001. Lamentablemente el cóndor Che fue muerto de un disparo ocho meses después de ser liberado. Aquella historia dramática, y con visos históricos y políticos, generó mucha expectación en la opinión pública y permitió una gran cobertura divulgativa, la que puso en primera plana, por primera vez en Chile, la problemática de conservación del cóndor.

¿Cómo han evolucionado con el tiempo?

Con el tiempo se han integrado más personas e instituciones al trabajo. Una iniciativa bastante solitaria en un principio se ha vuelto muy colaborativa, cada vez más. Los vínculos entre fundaciones, el apoyo económico de algunas empresas y el trabajo colaborativo con el Estado a través del Servio Agrícola y Ganadero se ha intensificado. Ha aumentado mucho la demanda de tiempo y recursos debido al número de cóndores que manejamos. Actualmente nuestro Centro maneja más de treinta cóndores y durante el curso de estos 30 años de trabajo hemos manejado casi 180. Además, el trabajo ha incorporado elementos técnicos importantes como es el seguimiento satelital que hacemos de los cóndores que liberamos. Esta es una tecnología cara pero muy efectiva para asegurar la adecuada reinserción de los cóndores a su medio natural y además nos entrega información valiosa sobre sus patrones de desplazamiento y uso del territorio.

¿Cómo proyectan el crecimiento del proyecto?

El trabajo, por razones logísticas y de disponibilidad de recursos, se ha centrado en Chile central, sin embargo, desde hace un tiempo venimos trabajando con Tompkins Conservation en la Patagonia. En el corto plazo tendremos bases de operaciones también en el norte, con lo que cubriremos todo el territorio y podremos trabajar liberando a las aves en sus lugares de origen, y extenderemos el ámbito territorial de las investigaciones que desarrollamos, abarcando los núcleos austral, central y norteño de la poblacionales de cóndores en Chile. Así podremos abordar sus diferentes realidades de conservación y desarrollaremos el mismo trabajo divulgativo y de educación a los niños que hemos desarrollado en la Patagonia y en Chile central, en todo Chile. El Parque Patagonia, la Reserva Likandes en el centro y la Reserva Puri Beter en San Pedro de Atacama, se proyectan como bases importantes de trabajo permanente con cóndores.

¿Qué han aprendido con el proyecto?

Sobre los cóndores hemos aprendido muchas cosas relevantes y que nos permiten orientar nuestro trabajo de conservación de la especie. Monitoreando sus causas de mortalidad hemos determinado que en actualidad el envenenamiento de carroñas es la principal amenaza. El cóndor es un ave carroñera, el más grande de los buitres del mundo, pudiendo reunirse en gran número para alimentarse de una carroña, por lo que una carroña envenenada por campesinos, para matar perros asilvestrados, por ejemplo, puede matar colateralmente decenas de cóndores.

Hemos aprendido, también, que los rangos de desplazamiento de los cóndores son inmensos, cubriendo la Cordillera de Chile y Argentina. Por ello el trabajo colaborativo binacional es importante. Además, los cóndores tienden a concentrarse en áreas ganaderas, fuera de los parques y territorios protegidos, razón por la cual el trabajo colaborativo con la gente que ocupa el mundo rural, así como la incorporación de criterios «ecológicos» en los sistemas productivos, es importante.

Hemos perfeccionado nuestras técnicas de rehabilitación y reproducción en cautiverio. De hecho, a partir de los cóndores no liberables que mantenemos en el Centro, por ejemplo, cóndores lisiados, obtenemos crías que liberamos permanentemente.

¿Qué los motiva a seguir trabajando en el proyecto?

La principal motivación es sentir que nuestro trabajo contribuye a conservar a un símbolo de las culturas andinas, a una criatura de tremenda importancia ecológica, el gran limpiador de la naturaleza andina. Sentir que aportamos a transmitir a la comunidad el valor de la belleza del vuelo del cóndor, y a través de su carismática imagen, aprender a disfrutar y respetar el mundo natural. Es decir, para nosotros, el cóndor es una punta de flecha para trasmitir el mensaje de conservación de la naturaleza en el sentido más amplio posible. Y es una especie paraguas, es decir que, protegiendo al cóndor, bajo sus grandes alas se protege todo el ecosistema de la gran Cordillera de los Andes.