Tiuque, chimango o Milvago chimango ©Francisco Andreas Fotografía
Mientras los cuervos se destacan por sus conductas en el hemisferio norte, al otro lado del mundo existe un ave rapaz que se considera su “homólogo sudamericano” por su rol ecológico, inteligencia y capacidad para coexistir con el humano. Se trata del tiuque o chimango, el mismo que protagoniza narrativas ancestrales y que habita en bosques, campos y ciudades. Paradójicamente, se ha convertido en un “rapaz olvidado”, pese a que su versatilidad le ha permitido prosperar como pocos. Incluso, no se descarta que pudiera existir una “coevolución cultural” entre humanos y tiuques. Aquí te contamos más sobre el animal que se alimenta en basurales, que despioja caballos y que enfrenta a palomas en la vía pública, al cual no volverás a mirar con los mismos ojos.
Emblemáticos son los cuervos de Norteamérica y Europa, que han sobresalido por su inteligencia, uso de herramientas y adaptación a ambientes rurales y urbanos. Sin embargo, en el sur del mundo vive un ave rapaz de plumaje acanelado, que – con sorprendente adaptabilidad – puede habitar en bosques, campos o populosas ciudades, mientras hurguetea en basurales, desparasita a caballos, y pelea con osadía en plena vía pública, sin importar si su oponente es un rapaz más grande que él.
Nos referimos al tiuque o chimango (Milvago chimango), ave rapaz que habita en Chile, Argentina y Uruguay, y que se desplaza también por Paraguay, Bolivia y Brasil. Con sus 40 cm aproximados de altura, este animal se destaca por su plasticidad y versatilidad. Por este motivo, “se lo suele catalogar como el cuervo sudamericano, tanto por el rol ecológico que cumple, como por su inteligencia, gregarismo, y por su capacidad para cohabitar exitosamente con el humano”, explica Laura Biondi, investigadora adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET) de Argentina, quien lleva más de 15 años estudiando la conducta del chimango, ave que – asegura – nunca deja de sorprenderla.
De partida, el tiuque o chimango vive en una amplia variedad de hábitats, incluyendo bosques, grandes ciudades, campos, praderas, zona costera, humedales, entre otros. No por nada sería una de las especies de falconiformes con mayor densidad poblacional en el mundo, y el ave rapaz más abundante en países como Chile. Lo curioso es que, pese a su conspicua presencia, esta especie ha sido poco estudiada, a diferencia de otras integrantes de la avifauna sudamericana. Esto ha llevado a algunos autores a calificarlo como “el rapaz olvidado”.
Así lo segura el investigador independiente y editor jefe de la Revista Chilena de Ornitología de la Unión de Ornitólogos de Chile, Ricardo Figueroa, quien precisamente publicó en 2015 un artículo sobre “el rapaz olvidado”, a raíz de los pocos estudios sobre la historia natural y ecología básica del tiuque en Chile. Aunque no ha hecho una actualización, Figueroa sostiene que “entre ese año y el actual he sabido de pocos estudios sobre la ecología e historia natural del tiuque. No obstante, debo destacar que algunos de esos estudios han permitido saber algunos aspectos relevantes de la especie; por ejemplo, cómo los tiuques usan los mosaicos de plantaciones de pino y bosque nativo. Aun así, pienso que las conclusiones de mi análisis de 2015 aún siguen vigentes”.
Tiuque en La Araucanía ©Paula Díaz Levi
El desprecio a la historia natural, la reducción o eliminación de cursos de campo en universidades, los sesgos de los investigadores, la visión “academicista”, y el foco en especies “carismáticas” o con problemas actuales de conservación, son algunos de los motivos que barajan Figueroa y Biondi.
En efecto, las poblaciones del tiuque no presentan problemas de conservación (más bien irían en alza), por lo que esta especie está clasificada en “preocupación menor” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Eso no quita que se vea afectado por distintos factores, como las colisiones con automóviles, la caza y envenenamientos.
Sin embargo, lo interesante de esta especie es que, a diferencia de otras, ha logrado prosperar en sistemas socio-ecológicos, reportándose un vínculo de larga data con el ser humano. De hecho, el tiuque no solo llamó la atención de pueblos originarios que lo asociaban con la brujería y el anuncio de lluvias, sino que también se considera beneficioso para labores agrícolas.
En consecuencia, se desconoce un nivel considerable de información sobre estos animales que “al ser tan comunes, serían los que estructuran e influencian mayormente el funcionamiento de los ecosistemas. Las especies raras, especialistas y que se ven muy poco en la naturaleza probablemente tengan un impacto menor en los ecosistemas, que las más comunes como los tiuques”, asevera Tomás Ibarra, investigador del Laboratorio ECOS y del Centro de Desarrollo Local (CEDEL) de la Universidad Católica, Campus Villarrica.
Pero, ¿qué sabemos hasta ahora del tiuque?
Un menú de insectos, basura y mucha audacia
“Generalista” y “oportunista” son dos adjetivos que describen muy bien a Milvago chimango, especie que, en palabras de Biondi, posee una personalidad curiosa, audaz, exploradora y con poca aversión a las situaciones novedosas (lo que se denomina como baja “neofobia”). Es decir, este plumífero suele tomar riesgos.
Para llegar a esas conclusiones, Biondi ha puesto a prueba a chimangos en cautiverio para estimar su capacidad de resolución de problemas a través de soluciones innovadoras. Por ejemplo, ha utilizado cajas de acrílico con cuatro puertas o tapas, que contienen alimento en su interior, y que pueden ser abiertas por estas aves con diferentes acciones motoras. El nivel de neofobia, exploración y persistencia son los factores que más pesan en un principio – asegura la científica – y luego el aprendizaje por prueba y error para mejorar su desempeño.
Biondi, quien también es investigadora del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras y de la Universidad Nacional de Mar del Plata, detalla que “esta característica se relaciona directamente con sus capacidades cognitivas o ‘inteligencia’, lo que le permite gran flexibilidad a la hora de la generación de nuevos comportamientos, o la modificación de aquellos previamente aprendidos, frente a cambios en las características de su ambiente. Además, vinculado a este generalismo, especies como el chimango cuentan con una gran diversidad de técnicas de alimentación y acciones motoras asociadas a la variedad de presas o tipos de alimentos que integran su dieta, que le da una ventaja a la hora de explorar cualquier nuevo recurso trófico encontrado”.
Si bien es carroñero, el tiuque también se alimenta de pequeños invertebrados, en su gran mayoría insectos, y también crustáceos, entre otros. Asimismo, puede cazar animales vertebrados, como roedores, peces, anfibios o polluelos de otras especies como gorriones y palomas. Figueroa señala que el tiuque podría ser fundamental dentro de la trama trófica de ciudades y pueblos, contribuyendo a mantener la diversidad urbana, en especial porque controla poblaciones de especies, varias de las cuales son exóticas y ocupan nichos de la fauna nativa.
“Recordemos que el tiuque, como ave rapaz, está en la cima de la trama trófica y por lo tanto ejerce un efecto regulador en los niveles tróficos inferiores. En ambientes urbanos, los tiuques se alimentan de larvas de polillas que se alimentan preponderantemente de hojas de robles (Ormiscodes) y por lo tanto regulan el daño potencial que puedan hacer esas larvas al follaje. Los tiuques urbanos también consumen roedores dañinos (rata negra y guarén) y de riesgo zoonótico (ratón colilargo). Aunque no consumen esos roedores en gran cantidad, los tiuques aumentan el efecto regulador ejercido por otras especies de aves rapaces urbanas, tales como la lechuza blanca y el chuncho”, señala Figueroa, quien también es autor del capítulo del tiuque en el Atlas de Aves Nidificantes de Chile.
Por si fuera poco, el chimango consume semillas, frutos y digüeñes, así como restos de basura y comida chatarra – como papas fritas – que encuentra en la urbe. Inclusive, su dieta puede involucrar a otras rapaces, como bien demostró el caso de unos tiuques que depredaron a un concón (Strix rufipes). Todo comenzó cuando una pareja de búhos construyó un nido en la cavidad de un árbol, en un bosque en la Región de La Araucanía, según describe un estudio en la revista científica Journal of Raptor Research.
“El concón estaba ahí, tuvieron un pollo, y cada vez que monitoreábamos el nido había una pareja de tiuques dando vuelta. Le seguimos durante semanas, hasta que el huevo eclosionó, y el tiuque entraba a la cavidad. Estaba haciendo algo muy raro. Discutimos eso, porque en ecología se espera que los depredadores consuman a los animales cuando tienen la oportunidad, pero en este caso reportamos algo muy poco lógico, en el cual el tiuque parecía esperar a que creciera el pollo. Esperó 9 días luego de su eclosión, y ahí recién entró, sacó al pollo y se lo llevó. Y depredó a un concón, para lo cual no existían registros. Entonces el tiuque se alimenta de otras aves rapaces, o sea una depredación intra-gremio, y también de basura en ciudades”, describe Ibarra.
Por otro lado, su adaptabilidad y variada dieta ha ocasionado problemas en el caso específico de Rapa Nui, donde el tiuque fue introducido en la década de 1920 para controlar ratones. El isleño y autor del libro “Aves de Rapa Nui. Guía de Campo Ilustrada”, Sebastián Yancovic Pakarati, comenta a Ladera Sur que, desde entonces, esta ave rapaz se volvió muy abundante. Esto ha afectado la conservación de las aves marinas, ya que sus polluelos son depredados por el ave rapaz. “Una particularidad del tiuque o manu toke toke como lo conocemos aquí es que, al no tener depredadores naturales y debido a la baja presencia de árboles, aquí se adaptó, y ahora no solo nidifica en árboles, sino que también lo hace en el suelo sobre las praderas de la isla”, cuenta.
Y ya que hablamos de anidación, cabe señalar que machos y hembras construyen nidos – con ramas, pasto seco, hojarasca, entre otros materiales – en diversos lugares, incluyendo árboles o sitios artificiales, como terrazas, campanarios, cajas de desagüe y transformadores eléctricos. Tanto el padre como la madre participan en la incubación, defensa y crianza de los polluelos. Cuando crecen y se convierten en juveniles, tienden a mostrar mayor agresividad y dominancia que los adultos en algunas situaciones, y también prestarían más atención a la información social proveniente de otros individuos.
En ese sentido, un aspecto relevante es que esta ave es muy social y gregaria, pudiendo formar grandes colonias reproductivas y dormideros comunales utilizados por numerosos individuos.
Al respecto, la investigadora argentina detalla que “se ha encontrado también que los chimangos son capaces de aprender socialmente, a través de mecanismos que coinciden con la emulación. Tomando en cuenta sus hábitos gregarios, esta capacidad sería de gran ventaja a la hora de transmitir nuevos patrones de comportamiento adaptativos a otros miembros de su población, lo que a largo plazo favorecería la formación de tradiciones”.
Efectivamente, Biondi también ha analizado el aprendizaje social y flexibilidad cognitiva de tiuques en cautiverio, para evaluar su capacidad de aprender a discriminar entre dos estímulos (por ejemplo, colores), donde uno de ellos está asociado a una recompensa.
La investigadora de CONICET puntualiza que “los estudios a nivel cognitivo y de personalidad realizados en la especie revelan una marcada capacidad para resolver problemas en forma innovadora, presentan gran flexibilidad de aprendizaje, es decir, tiene la capacidad de aprender rápidamente asociaciones entre un estímulo y la existencia de una recompensa, y a revertir dicha asociación previamente aprendida cuando su contingencia cambia. Así mismo, se comprobó la capacidad tanto en adultos como en juveniles de la especie para adquirir socialmente nuevos comportamientos”.
De lluvias y brujerías
En el extremo sur de Chile, las narrativas yaganes cuentan que Yoskalía (el tiuque) tuvo una novia que lo rechazó, al igual que toda la familia y amigos de ella. Un gran hechicero Yekamush, padre de Yoskalía, se vengó de quienes habían tratado mal a su hijo, para lo cual se introdujo en el cuerpo de una ballena y la hizo varar. “Todos quienes habían sido crueles con Yoskalía se alimentaron de grasa de la recién varada ballena. En aquel momento, los trozos de grasa de ballena dentro de los cuerpos de quienes se habían alimentado volaron junto con ellos, y se pegaron nuevamente al cuerpo de la ballena. La ballena recuperó su vida y nadó mar adentro, junto con todos quienes habían hecho sufrir al hijo del gran Yekamush, padre de Yoskalía, el tiuque”, relata Ibarra, quien también es investigador del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR).
Como se desprende de lo anterior, los tiuques o chimangos no pasaron desapercibidos ante los ojos de los pueblos originarios de Sudamérica. De hecho, en Chile su nombre proviene del mapudungún triwkü o triuki y es de origen onomatopéyico, es decir, surge de la imitación de sus vocalizaciones.
Para el pueblo mapuche, el característico grito del tiuque también invoca el agua, la humedad y la lluvia, ya que el ave se alimenta de lombrices y gusanos de la tierra mojada. De hecho, para los lafkenches esta ave trae alegría al acompañar las labores agrícolas y despiojar a los animales, pues no es raro ver tiuques posados sobre caballos o vacas para alimentarse de sus parásitos. En paralelo, los williches en Chiloé consideraban al triuki como un “pájaro sospechoso” al asociarlo con la brujería.
Además, Ibarra añade que “en un trabajo que no hemos publicado aún, identificamos 12 especies que son utilizadas como un sistema meteorológico de pronóstico del tiempo. Y una de las especies es el tiuque, que se daría baños de polvo en el suelo cuando viene lluvia, y daría vueltas en círculos, volando en el cielo, según la gente, aprovechando seguramente los vientos puelches que bajan de la cordillera y que anuncian que vendría la lluvia”.
Tiuque ©Álvaro Castillo
Biondi añade que “el chimango es una especie cuya asociación con el humano data de varios siglos atrás, la cual aparece registrada en pasajes de los libros escritos por naturalistas como Charles Darwin y Alcide d’Orbigny”.
Como puede inferirse, la relación entre humanos y tiuques ha tenido de dulce y agraz.
Figueroa declara que “la coexistencia con el tiuque debemos analizarla en dos contextos, el urbano y el rural. En áreas rurales, el tiuque puede entrar en conflicto con algunas familias que crían aves de corral. Eso puede resultar en la matanza de algunos tiuques ya sea por envenenamiento o con arma de fuego. Sin embargo, muchos agricultores valoran la presencia del tiuque en sus campos ya que son consumidores efectivos de insectos plagas (por ejemplo, cuncunillas). En las ciudades, algunos tiuques suelen romper las bolsas de basura para alimentarse y algunas parejas nidifican en terrazas o aleros de ventanas. Eso puede crear un conflicto potencial con las personas. Sin embargo, en Valdivia no he evidenciado tal conflicto. De hecho, una pareja de tiuques nidifica desde hace ocho años en el alero de una ventana de un hostal. Al parecer, los dueños no lo ven como un problema”.
En esa línea, el editor de la Revista Chilena de Ornitología apunta a la educación para compartir los espacios y tomar medidas más amigables para los tiuques. “Lo más importante para mantener una convivencia positiva con el tiuque es educar a las personas sobre su rol ecológico, y enfatizar que las molestias o daños que pueden causar a las personas son mínimas y todas requieren soluciones simples. Por ejemplo, poner una malla protectora sobre el patio del gallinero. Las estrategias educativas para eso pueden ser las usuales tales como charlas, documentales, libros y folletos”, remarca.
La importancia de los comunes
En la actualidad, y a diferencia de otros representantes de la avifauna, los tiuques no suelen considerarse como “carismáticos”, mientras todavía falta conocer aspectos de su historia natural, ecología básica y capacidades cognitivas. Lo último incluye, por ejemplo, indagar en su potencial razonamiento causal, el uso de herramientas, la memoria y aprendizaje espacial, y el aprendizaje social en grupos de mayor tamaño, entre otros elementos que permitan conocer su vida e inteligencia de forma más cabal.
Así podríamos comprender la versatilidad de las especies en un mundo cambiante, y los efectos más profundos del vínculo entre humano y chimango.
Dado que este rapaz se considera la contraparte sudamericana de los cuervos, cabe preguntarse si es factible una coevolución cultural entre humanos y tiuques, tal como se ha sugerido para sus “homólogos” aviares de Norteamérica y Europa.
¿A qué se refiere dicha coevolución? En términos muy simples, a que animales sociales que conviven con nosotros estarían respondiendo conductual y evolutivamente en el tiempo a estímulos de un ambiente, que ha sido modificado en gran medida por nosotros. Eso es lo que se ha visto con los cuervos, los cuales – por ejemplo – se comen los cultivos y, en respuesta, los agricultores emplean espantapájaros y otros mecanismos para alejarlos. Aun así, los cuervos han aprendido a sortear distintos obstáculos, desafiando al humano.
Dicho en otras palabras, esa retroalimentación entre humanos y otras especies estimula a ambas partes. Si el Homo sapiens actúa, construye o crea algo, otras especies aprenden y se adaptan, y el humano puede responder a dicha adaptación, gestándose así una coevolución.
La investigación de esta arista en Sudamérica se encuentra en estado embrionario.
Ibarra aclara que “la coevolución cultural puede implicar beneficios de carácter genético y adaptativo, pero también dentro de dos culturas que coevolucionan, puede haber difusión de ideas, selección de roles, éxito en la obtención de recursos, y eso es sumamente interesante. En el caso del tiuque, es tan complejo como que tenemos registros de que el tiuque podría, al igual que los cuervos (en los que sí está descrito), utilizar herramientas”.
Por su parte, Biondi señala que en países como Argentina y Chile se ha observado un cambio en la percepción y actitud de las personas hacia el tiuque (dependiendo de los contextos), pues se ha pasado de perseguirlo y tratar de eliminarlo, hasta tolerarlo, alimentarlo y rehabilitarlo cuando ha sufrido accidentes. Esto ha derivado, a su vez, en cambios en los patrones de comportamiento de estas aves en relación a su detección de señales, horarios, días y lugares en los cuales tienen mayor probabilidad de hallar alimento, incluyendo también el reconocimiento de personas que les dan comida (acción desaconsejada, por cierto).
Por ello, este tipo de relación entre humanos y tiuques no sería tan descabellada después de todo. La científica de CONICET destaca que “si uno considera que ambas especies son sociales, la coevolución de ciertos comportamientos es una idea completamente factible, y por lo tanto presenta un nuevo e interesante paradigma dentro de la adaptación de las especies en las ciudades que merece ser abordado en futuras investigaciones”.
Quizás así podamos desentrañar lo que hay detrás de sus gritos estridentes, peleas callejeras y conductas inusitadas, que lo han coronado no solo como el aseador de los cielos, sino también como un insigne habitante de la selva de cemento.
Artículo porPaula Diaz Levi